La catedral de Exeter |
El verano pasado, vagabundeé con mi familia durante diez días por el sur y el centro de Inglaterra. Para un “adicto” a las catedrales como yo, conocer de primera mano el gótico inglés y curiosear el mayor número posible de iglesias, era uno de los principales objetivos del viaje. El caso es que logré poner a dura prueba la paciencia y buena voluntad de mi mujer y mis hijos, haciéndoles visitar una ristra interminable de monumentos (Salísbury, Exeter, Lincoln y un montón más que ya ni yo recuerdo).
Durante este pergrinaje, hubo algo que empezó a llamarme poderosamente la atención. Catedral a la que fuéramos, siempre éramos atendidos, guiados y aconsejados por un venerable equipo de dignas damas y caballeros. Bien acreditados, daban la sensación de ser una especie de voluntariado que gratuitamente prestaba tiempo y esfuerzos para lograr que disfrutasemos la arquitectura y demás riquezas que atesoraba “su” catedral, de la que estaban manifiestamente orgullosos.
Voluntaria arreglando un centro de flores |
Organizados en equipos, limpiaban del templo, cambiaban flores, eliminaban el polvo de sepulcros y esculturas y bordaban cojines para los fríos bancos de piedra. Igualmente cobraban la entrada, guiaban a los visitantes, atendían la tienda de recuerdos y se ocupaban de cualquier iniciativa que sirviese para recaudar fondos destinados al mantenimiento del templo.
En suma, todo un laborioso ejercito de voluntarios, que por simple amor a su patrimonio, no dudaban en dedicarle un día a la semana, a la quincena o al mes. Su único pago era nuestra admiración e interés.
Interior de la catedral de Exeter |
Esto me pareció uno de los principales triunfos del “sistema” inglés. Lograr generar en la gente ese sentimiento de responsabilidad compartida. Todos ellos vivían su patrimonio cultural e histórico como algo propio y se sentían comprometidos personalmente con su conservación, mejora y buen mantenimiento.
No puede menos que venirme a la cabeza lo distintas que son las cosas aquí en España. Salvando los pueblos, donde los asuntos que corresponden a la iglesia parroquial se sienten como algo propio, en las ciudades prima más bien la indiferencia. Todo lo relacionado con un edificio principal como es la Catedral , se percibe como algo lejano, distante, “de lo que se ocupan los curas”. Nadie se siente en absoluto corresponsable por lo que ocurre ahí dentro, salvo para criticar o lamentarse. Raramente se arrima el hombro para un esfuerzo común o se crean iniciativas para favorecer la participación ciudadana en la gestión y mantenimiento de ese patrimonio.
Guías voluntarios de la catedral de Exeter |
No se si es que la iglesia anglicana ha logrado tener una mayor cercanía con sus fieles, mientras que la jerarquía católica ha mantenido cierto distanciamiento Los párrocos y obispos ha tratado históricamente el patrimonio como algo exclusivamente suyo, del que no tenían que rendir cuentas a nadie. También entre el mundo de la cultura y la gente joven hay cierto rechazo hacia la Iglesia católica por sus posturas conservadoras que se asocian a un pasado poco grato
Esto, unido a la falta de sentido cívico con que nos distinguimos en España y nuestra incapacidad para aglutinarnos a favor de algo, pone las cosas más difíciles. Sobre todo en una crisis como la actual, en la que nuestro patrimonio tiene problemas para financiar conservación.
Otro venerable y orgulloso guía |
Unos y otros estamos acostumbrados a recurrir siempre a la vía de la subvención estatal o autonómica para restaurar o mantener algo, pero no somos capaces de articular mecanismos que puedan de forma gratuita y voluntaria ayudar este mantenimiento.
Lo cierto es que nuestras catedrales nos pertenecen a todos. Se edificaron con el esfuerzo de los ciudadanos y hasta no hace mucho fueron el orgullo y principal edificio de las ciudades. Son de la Iglesia pero también son nuestras
Todos debemos poner de nuestra parte. Hay que lograr que la gente lo viva como algo propio, de cada uno. En España, el voluntariado dedicado al las ONGs funciona muy bien. Este tipo de iniciativa se podría trasladara anivel municipal y a otros ámbitos.
Catedral de Lincoln. Foto tomada por el equipo de fotógrafos voluntarios de la Catedral |
Conocer es amar, es despertar inquietudes, sembrar e ir generando una ola que poco a poco lograse invertir la marea de indiferencia que en general sentimos en España ante el arte. Igualmente puede ser un cauce estupendo para aprovechar la energía y las ganas de mucha gente mayor que todavía tiene mucho que aportar y que hacer.
JOSE PAYA ZAFORTEZA
Preciosas catedrales, pero también nos hubiera gustado ver a tus sufridos hijos y mujer.
ResponderEliminarHace poco pude visitar un par de catedrales románicas en la "Emilia Romagna", en concreto las de Bolonia y Ferrara, esta última muy recomendable.
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