jueves, 23 de diciembre de 2010

UNA EXPERIENCIA INTEMPORAL: LOS OFICIOS DE LAUDES Y MISA GREGORIANA EN EL PATRIARCA

Interior de la Iglesia del Patriarca

Os advierto que la entrada de hoy va un poco de mística y de experiencia extrasensoriales. Pero que nadie se alarme, no he fumado ni me he metido nada dentro. Lo cierto es que hoy, para enriquecernos interiormente y vivir experiencias nuevas, pues nos proponemos hacer largos y costosos viajes a sitios cuanto más lejanos mejor. Eso es algo que está bien y que desde luego, hay que seguir practicando. Sin embargo también es posible vivir el descubrimiento de algo excepcional, como quien dice, aquí mismo, a la vuelta de la esquina.

Un día, si tenéis un rato libre os debéis dejar caer por la Iglesia del Patriarca. Aquí, tras una descolorida y poco atractiva fachada, se esconde un mundo de ceremonias, misterio y latines, que ya lo quisiera para sí Harry Potter. Todo arropado además por una arquitectura exquisita, nubes de incienso, canto gregoriano y música de órgano. Os estoy  hablando del  “Oficio de Laudes” que seguido de la “Misa Gregoriana”, cantada en latín, se celebra todos los días, de martes a domingo, a las 9.30 de la mañana
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Fachada del Colegio e Iglesia del Patriarca 

Da igual que seáis o no creyentes, católicos o budistas. De lo que se trata es de, dejarse llevar, sentirse transportado y vivir una experiencia singular. Lo primero que uno siente al llegar es la música del órgano, que ya desde el atrio, nos llega a través de las puertas. Tras entrar, encuentras una penumbra de lo más acogedora, en la que la música y el canto gregoriano resuenan y te envuelve un fuerte olor a incienso.  Esta claro, que de repente, has cruzado un umbral y entrado en otra época.

Vista de la cúpula y el Altar Mayor. La pintura central es de Ribalta.

Os aconsejo sentaros en un banco, reposar y dejar que os abandone por un rato, toda la corriente de pensamientos y preocupaciones que constituyen el día a día de cada uno. Así que, ¡ale! Cerrad los ojos, hacer varias respiraciones profundas, levantad la cabeza y ¡ya está!

Lo primero que tenéis que ver es una arquitectura fina y exquisita. Se trata del único templo renacentista de Valencia, que rara avis, ha llegado hasta nosotros absolutamente intacto y sin sufrir molestas alteraciones a lo largo de las épocas. Y eso gracias a las disposiciones de S. Juan de Ribera, su fundador y promotor, que además de dedicarse a expulsar a esos infames moriscos, resulta que era un fino esteta. Cuando fundó el Colegio, dejó claramente ordenado que una vez terminada la iglesia, no se cambiase ni modificase un candelabro, retablo o cualquier elemento del edificio, por los siglos de los siglos. Amén. Gracias a ello hoy tenemos la suerte de ver todo el conjunto de arquitectura y ornamentación, tal como se concibió originalmente.

Una vez paseada la vista por nave, bóvedas y cúpula, hay que recrearse en los frescos. Porque sí, el templo está cubierto de pinturas murales, de arriba abajo. Estas estuvieron a punto de encargarse a El Greco, pero al final las realizó Bartolomé de Matarana, un pintor de menor renombre, pero con un aceptable oficio. Las pinturas además, lo mismo que los retablos, acaban de ser restauradas   por lo que en estos momentos, lucen estupendas.


Visa de las bóvedas y cúpula, así como detalle de las pinturas 
Y mientras uno esta en esa contemplación, el órgano y los latines siguen sonando, el olor a incienso nos rodea y el tiempo parece detenido cuatro siglos atrás. Entonces, podemos desplazar ya nuestra atención, de las paredes a lo que sucede en el Altar Mayor. Allí, se celebran complicados ritos y cantos, todo en latín, del que no entendemos una palabra, pero nos suena, nunca mejor dicho, a música celestial. De vez en cuando, el incensario navega por el templo, en el que poco a poco se va creando una atractiva neblina interior, que lo hace todo más interesante. Está claro que ya hemos entrado en otra dimensión y uno casi cree que sus pies ya no tocan el suelo, aunque bien pudiera ser por el frío que sube del suelo…

De vuelta a los muros, de las pinturas, pasamos a observar los retablos. Como ya os he dicho, están recién restaurados. Tienen un dorado quizás algo excesivo, pero bueno, eso nos permite contemplarlos casi tal como se concibieron y revivir a la perfección la experiencia de los fieles allí echaron horas y horas rezando. Aquí un angelito, allá una policromías, en el centro, siempre una buena pintura. Igualmente agradable es la suma de la iluminación  natural y artificial,  que potencia, matiza, y resalta contornos y oros, retablos y pinturas.
Un detalle de las bóvedas

Y lo que más llama la atención es que en la iglesia no hay casi nadie. Uno está disfrutando de uno auténtico show místico y audiovisual, que con cuatrocientos años de solera, se reproduce todos los días para el único disfrute de los oficiantes y las dos o cuatro almas  extrañadas que acertamos a pasar por ahí. De hecho, hay tan poca gente nos induce a dudar del valor real de lo que estamos viviendo. Quizás sea mejor así, porque lo cierto es que aquello se convierte en una especie de refugio secreto, al que siempre podremos recurrir de vez en cuando queramos alejarnos del ruido exterior.  

En suma, la experiencia de la Iglesia del Patriarca nos permite disfrutar de una fusión única, que integra de forma excepcional, tanto un bellísimo continente material (arquitectura, pintura y retablos), junto con un excepcional patrimonio inmaterial (los oficios, la música,  el incienso, etc) Y todo gratis y para tí solito. 

Pasado un rato, decidimos salir. Vuelta a la calle, retorno a nuestro entorno habitual, suena el móvil y adelante, a continuar el día.

                                                    JOSE PAYA ZAFORTEZA

4 comentarios:

  1. Y...¿por qué no me has llevado nunca?. Es parada obligada en mi próximo viaje a Valencia: misa de 9:30 en la Iglesia del Patriarca.

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  2. Precioso blog.Es el más bonito que he visto en mi vida

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  3. La Iglesia del Patriarca es muy bonita, pero, en mi opinión, muy recargada. Yo no habría puesto tantas pinturas, sólo en el altar, el cuadro central, las cruces, y nada más.
    En el resto de las bóvedas, no habría puesto pinturas, sólo frases en latín de la Biblia, de la Vulgata. El canto gregoriano me agrada mucho.

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  4. Hace pocos días estuve en la Iglesia y me dí cuenta que en uno de los altares laterales no estaba el sarcófago con los restos. Qué ha pasado?

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