arte y artificios: EL PANORAMA: UN AUTENTICO CINE I-MAX DEL S.XIX

Panorama Boubakis, en Lucerna (Suiza)

Nadie duda que el cine, suma de todas las artes visuales y escénicas, ha sido el gran espectáculo de masas del S. XX, eclipsando y superando a todas las demás manifestaciones artísticas. Sin embargo, el cine tuvo un antepasado, que reinó durante todo el S.XIX: el Panorama. Muy popular en Europa, pero prácticamente desconocido en España, ofrecía distracción, conocimiento y placer artístico.

Completamente olvidado hoy, el Panorama fue inventado por Robert Baker, un avispado pintor escocés, en 1792. Baker ideó el crear una pintura que se extendiese 360º alrededor del espectador, logrando en éste la sensación de estar inmerso en una realidad aparente. El efecto buscado sería aparecido al de un actual cine I-MAX, con las las lógicas limitaciones de la época. Su primer Panorama, pintado a la acuarela y de 4,41 m de diámetro, mostraba la ciudad de Edinburgo desde Carlton Hill. Tuvo un gran impacto y un éxito de público inmediato, instalándose posteriormente por varias ciudades de Gran Bretaña y haciendo rico a su inventor.

Exterior del Panorama de Innsbruck

Pronto el Panorama creció de tamaño y desarrolló las que serían sus medidas habituales: una gigantesca pintura circular, alojada de modo permanente dentro de un edificio construido ex profeso para ella. La longitud habitual del lienzo era de 120 m y su altura, 15 m. El publico se situaba en una rotonda central y se paseaba, contemplando sin cortes ni soluciones de continuidad los grandes horizontes o gestas representados

Interior de un Panorama doble.

En una época en la que muy pocos podían viajar, el Panorama permitía a todo el mundo, por una módica cifra, pasearse por ciudades desde elevados puntos de vista (Panoramas de Londres, Versalles, Melbourne etc...), contemplar gestas y batallas históricas (Panoramas de la batalla de Waterloo, Geyttisburg, etc,) o disfrutar y "viajar" a lejanos horizontes paisajísticos (Panorama de la playa de Scevenningen, de los Alpes). Curiosamente, los Panoramas que más éxito tenían eran los de batallas.

Panorama Mesdag, de La Haya. Pica para verlo en toda su amplitud.

Panorama de Edimburgo

El Panorama era una pintura de con un elevado grado de complejidad técnica para su ejecución. Realizada por todo un equipo de pintores especializados, solo fue posible gracias al desarrollo de la multiperspectiva y los descubrimientos de los pintores topográficos ingleses así como los fresquistas y vedutistas italianos. Todos prepararon el terreno para el desarrollo de una pintura que crease al espectador la ilusión de estar directamente observando al realidad. Para aumentar esta sensación, frecuentemente se completaba el Panorama pictórico con un diorama de "ambientación", en el que objetos reales se extendían por el suelo hasta confundirse con la superficie pintada.

Elementos reales del diorama del Panorama Boubakis. Lucerna

Pronto se instalaron Panoramas en casi todas las ciudades principales de Europa y Norteamérica, salvo en la Península Ibérica, donde que yo sepa, no hubo ninguno. Un tipo especial de Panorama era el Cyclorama. En este la pintura dejaba de ser estática para pasarse en movimiento ante los espectadores, gracias a estar enrollada en dos grandes cilindros verticales. Así se creaba una la ingenua sensación de movimiento.

La llegada de la fotografía ayudó mucho a los pintores de Panoramas, permitiendoles tomar fotos que les ayudaban a pintar con más detalle las ciudades. Posteriormente se montaron panoramas con fotos de gran tamaño aumentadas y unidas entre sí que se coloreaban y permitían una visión de conjunto más realista.

El panorama gozó de un siglo de éxito. A finales del S. XIX llegó el cine, que con sus imágenes reales en movimiento, desplazó al Panorama, que quedo obsoleto ante las posibilidades del nuevo invento.

panorama Mezty, conmemorando los 1000 años de la ocupación de Hungría por los húngaros.

Panorama de la antigua Salzburgo

Hoy en día subsisten numerosos Panoramas por Europa. Hace años visité el Panorama Boubakis en Lucerna. El efecto que crea es un poco agridulce, trasmitiendo una cierta nostalgia y sabor de la Belle Epoque, junto con una inevitable admiración y deleite por sus magníficas pinturas.